En 1809, después de asistir a una de las primeras interpretaciones orquestales de la Sinfonía número 5 de Beethoven, E.T.A. Hoffmann publicó en un diario de la época una entusiasta crítica que resaltaba frente a la tibia recepción que había tenido la obra del genio alemán. Hoffmann escribió “Luces radiantes son lanzadas hacia la profunda noche de esta zona, y entonces advertimos en las sombras gigantescas que, oscilando hacia adelante y hacia atrás, se acercan hacia nosotros”. No hay constancia de que el escritor prusiano, una de las principales figuras del romanticismo, tuviera dotes adivinatorias, pero si hubiera podido viajar en el tiempo hasta el futuro, concretamente hasta la noche del 4 de noviembre del 2015, habría descubierto que sus palabras sobre la música de Beethoven adquirían una fascinante corporeidad. Porque ese día, flotando sobre las notas de la 5 Sinfonía, luces radiantes fueron lanzadas sobre la profunda noche de Hamburgo.
Las luces provenían de los LED instalados en 100 drones que volaron simultáneamente durante unos minutos, estableciendo un nuevo récord mundial. Una coreografía fabulosa diseñada y preparada durante un año entero por el Ars Electronica FutureLabs bajo el auspicio de Intel. El FutureLab, nacido como prolongación de uno de los festivales electrónicos más importantes del mundo, explora las relaciones ente la tecnología y el arte, expresando sus investigaciones y desarrollos en distintos campos como la arquitectura, el diseño, exhibiciones interactivas o la realidad virtual. Horst Hortner, director del FutureLab, explica en el blog del laboratorio, el concepto de spaxel (palabra formada por space -espacio- y pixel), término con el que bautizaron a estos drones, y argumenta que se trata del verdadero 3D: “¿Quién dice que no será posible en unos pocos años construir spaxels del tamaño de los píxeles que hoy vemos en los monitores de nuestros ordenadores? Y, si asumimos que será así, ¿quién preferiría sentarse frente a una pantalla plana si puede salir y ver imágenes tridimensionales e interactuar con ellas”. Sería, sin duda, un espectáculo fantástico, que cumpliría además uno de los objetivos que Hortner busca con su trabajo: conseguir que el arte nos ayude a entender la ciencia y la tecnología que nos rodea.
Texto: José L. Álvarez Cedena
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