«El elemento más poderoso de la publicidad es la verdad”
Desde que existe como profesión establecida, siempre hemos escuchado la frase “la publicidad miente para inducir a la gente a comprar cosas que no necesita ni quiere”. Este estigma ha perseguido –y sigue persiguiendo- a los profesionales del medio como si se tratara de una verdad absoluta.
En estas pocas líneas manifestamos nuestro desacuerdo con esa afirmación.
La publicidad se basa en construir mensajes con un fin específico, es -según Luis Bassat- “el arte de convencer consumidores”. Y ese convencimiento tiene como objetivo principal alcanzar una venta, tal como afirmaba el padre de la publicidad moderna David Ogilvy “cuando redacto un anuncio no quiero que se me diga que es ‘creativo’. Quiero que resulte tan interesante que obligue a comprar el producto”.
Pero para alcanzar esa meta hay una condición de base: la veracidad.
Definida como “profesar siempre la verdad” es la matriz sobre la que se configura el mensaje publicitario. Esto significa destacar atributos reales del producto o servicio y ponerlo en un primer plano de modo tal de informar a los consumidores, utilizando recursos creativos para que éstos se sientan especialmente atraídos por el mensaje.
La veracidad es asunto de la voluntad, es la impronta de convencimiento en la propia oferta lo que la hace creíble y aceptable como verdad para las audiencias.
Bill Bernbach decía al respecto «Hoy, la verdad es esencial en publicidad. Pero la verdad no es tal que la gente no cree lo que decimos; y no puede creernos si no sabe lo que decimos; y no puede saber lo que decimos si no nos atiende; y no nos atiende si no somos interesantes; y no se puede ser interesante a menos que se digan las cosas de una manera fresca, original e imaginativa».
También suele repetirse como una letanía “una buena campaña vende cualquier producto. Y si miente para hacerlo, es parte del juego”.
Otra afirmación exagerada. Cierto es que una excelente campaña puede vender un mal producto… UNA SOLA VEZ. Lo que condenaría a la desaparición del mercado a esa marca o producto.
La publicidad ayuda a construir el vínculo de continuidad entre la marca y las audiencias, de forma tal de conseguir preferencia y lealtad. Y cumpliendo con la promesa de marca para no defraudar ya que los consumidores no toleran la mentira.
Desde esta perspectiva, menos filosófica y más pragmática, queda claro que la mentira es un muy mal negocio. Así lo decía Leo Burnett: “Independientemente del aspecto moral, la falta de honradez en la publicidad ha demostrado ser muy poco rentable”.
Por todo esto –y más-, podemos afirmar que la buena publicidad no miente. Aunque algunas veces diga verdades a medias.
Redes desea que seáis siempre de verdad . Feliz finde!!
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